
Cuántas veces hemos escuchado que, para mantener un cuerpo sano, es necesario combinar acertadamente ejercicio físico continuo, alimentación equilibrada y de calidad y el necesario descanso. Sin embargo, para llevar un buen control de lo que le pasa al organismo, es necesario saber escuchar lo que nos dice. Incluso, en aquellas ocasiones en que notamos algo extraño, no concretamos bien cómo interpretarlo.
Concretamente, cuando hablamos del corazón, hay que prestar una mayor atención, puesto que su forma de manifestar que algo va mal es muy sutil, tanto que se suele confundir con el cansancio, con el estrés, con elementos que parecen no tener demasiada importancia. Escuchar esos avisos, incluso los más pequeños, los que suelen pasar desapercibidos, es una forma de autocuidado para mantener el bienestar personal a largo plazo.
En el día a día, es fácil pasar por alto algunas molestias, pero tener información clara y contar con un seguro de salud que facilite consultas y pruebas sin esperas ayuda a actuar a tiempo. Entender las señales que envía el corazón, lejos de significar alarma o excesiva preocupación, es dar entrada a una actitud que va a permitir conocerse mejor y saber cuándo pedir ayuda.
Identificar las señales importantes
El dolor fuerte intenso no es la forma que tiene el corazón de llamar la atención, generalmente son cambios demasiado suaves, tanto que cuesta relacionarlos con un problema cardiovascular preocupante.
Un ejemplo clásico es el cansancio inusual, con el pecho recibiendo una extraña presión cuando está en reposo, e incluso quedarse sin aire cuando se suben unas escaleras que hasta hace un par de semanas no requería esfuerzo alguno. Estas señales, si se repiten, merecen ser atendidas.
Por otro lado, existen molestias que aparentemente no tienen relación con el corazón y que también pueden ser relevantes. En el caso de las mujeres, es posible que experimenten síntomas más difusos, como náuseas, dolor en la parte alta del abdomen o una especie de indigestión persistente. Son avisos que conviene tener en el radar.
Para facilitar la observación, aquí tienes algunas de las señales más habituales que no deberían normalizarse:
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Dolor, presión o ardor en el pecho que aparece sin razón aparente.
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Falta de aire en situaciones cotidianas.
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Hinchazón en tobillos o piernas al final del día.
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Mareos, sudor frío o palpitaciones irregulares.
Además de los síntomas, es importante mirar el contexto personal. Factores como la hipertensión, el colesterol alto, la diabetes, el tabaquismo o el sedentarismo aumentan las probabilidades de que aparezca un problema cardiovascular. También los antecedentes familiares, especialmente si hubo casos de infartos o angina a edades jóvenes. No se trata de vivir con miedo, sino de saber en qué punto estás.
Si notas alguna de estas señales, lo sensato es pedir una valoración médica. Un profesional podrá determinar si el síntoma es puntual o si necesita profundizarse con un estudio, pruebas y análisis. En cualquier caso, evita sobreesfuerzos y presta atención a en qué momentos aparece la molestia, cuánto dura y qué la desencadena. Y, por supuesto, si surge un dolor fuerte en el pecho que se irradia a mandíbula, espalda o brazo, no hay que esperar. Es prioritario acudir a urgencias sin esperar.