El largo viaje de un fármaco: ciencia, riesgo y perseverancia

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Daniel Londero. Director de la División Pharmaceuticals. Bayer de México.

El largo viaje de un fármaco: ciencia, riesgo y perseverancia

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El desarrollo de un nuevo medicamento es un proceso largo, costoso y lleno de incertidumbre. Desde el laboratorio hasta los pacientes, cada fármaco recorre un camino de más de una década, con miles de pruebas y enormes inversiones que, en la mayoría de los casos, no llegan a buen puerto. Este gran esfuerzo no tiene sentido si luego la innovación no llega a quienes lo necesitan. Por ello, es muy importante el trabajo conjunto entre los sectores privado y público, poniendo al paciente en el centro de la conversación.

Cuando utilizamos un medicamento para aliviar un dolor o tratar una enfermedad, pocas veces nos detenemos a pensar en el camino que recorrió antes de llegar a nuestras manos. Detrás de cada tratamiento hay años de investigación, millones de dólares invertidos y, sobre todo, innumerables intentos fallidos.

La investigación farmacéutica es una de las empresas científicas más exigentes y, al mismo tiempo, una de las más inciertas. Desde que se descubre una molécula con potencial terapéutico hasta que se convierte en un medicamento aprobado, pueden pasar entre 10 y 15 años, y de 20.000 compuestos que comienzan a analizar, solo uno logrará la aprobación. Según la Federación Internacional de la Industria del Medicamento (IFPMA), el desarrollo de un solo fármaco cuesta en promedio 2,600 millones de dólares.

Pero el desafío no es solo económico o temporal. La ciencia avanza con base en la prueba y el error, y en la investigación farmacéutica, ese error puede significar el final de una década de trabajo. Muchas veces, un compuesto que parecía prometedor en las primeras fases de prueba fracasa en los ensayos clínicos porque no ofrece los resultados esperados o presenta efectos adversos. Es un recordatorio de que, en este campo, no hay certezas absolutas: el éxito depende de la perseverancia y la capacidad de aprender de cada obstáculo.

Innovación con propósito: el verdadero motor del desarrollo farmacéutico
A pesar de los desafíos, la industria farmacéutica continúa apostando por la innovación porque cada nuevo tratamiento representa una oportunidad de mejorar o salvar vidas. Sin embargo, la brecha entre el descubrimiento y el acceso sigue siendo un reto global. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos dos mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a los medicamentos esenciales, lo que evidencia que el progreso científico, por sí solo, no es suficiente. Para que la investigación tenga un impacto real, es fundamental garantizar que los avances lleguen a quienes los necesitan, independientemente de su ubicación o condición económica.

Hoy, la ciencia médica avanza más rápido que nunca gracias a tecnologías como la inteligencia artificial, la genómica y la biología computacional. Estas herramientas están permitiendo reducir tiempos de desarrollo, investigar los compuestos que más probabilidades de éxito tienen y mejorar la precisión de los tratamientos. La innovación sanitaria se está acelerando a una escala sin precedentes, especialmente en el ámbito digital.

Sin embargo, el reto sigue siendo enorme: traducir el conocimiento en terapias efectivas a las que pueden acceder quienes las necesitan. 

Una apuesta por el futuro 
El desarrollo de nuevos medicamentos seguirá siendo un camino de incertidumbre, pero también de esperanza. Si queremos avanzar en la lucha contra enfermedades crónicas, raras y emergentes, debemos seguir apostando por la investigación con una visión de largo plazo.

Para que la innovación farmacéutica genere un impacto real, es necesario construir un ecosistema que favorezca el desarrollo de nuevos tratamientos de manera eficiente y equitativa. Para lograrlo, hay cinco factores clave que debemos priorizar:

1. Compromiso financiero en investigación y desarrollo (I+D). La investigación farmacéutica requiere una inversión a largo plazo. Es fundamental que tanto la industria como los gobiernos continúen destinando recursos para impulsar avances en terapias innovadoras, especialmente aquellas destinadas a tratar enfermedades para las que aún no hay tratamiento y patologías emergentes que aparecerán a medida que la población mundial sigue envejeciendo.

2. Respeto por las patentes, que constituyen un estímulo único para que el sector privado continúe invirtiendo en proyectos que, como vimos, son de largo plazo y muy riesgosos ya que pocos son exitosos.

3. Procesos regulatorios más ágiles y eficientes. La seguridad y la eficacia de los medicamentos no pueden ponerse en riesgo, pero los procesos de aprobación deben evolucionar para adaptarse a la velocidad de la ciencia. La digitalización, el uso de datos en tiempo real y la colaboración entre agencias regulatorias pueden acelerar la llegada de nuevos tratamientos sin comprometer la rigurosidad científica.

4. Acceso equitativo a los tratamientos. La innovación pierde valor si no está al alcance de quienes la necesitan. Es indispensable desarrollar modelos de acceso que permitan que las nuevas terapias lleguen a todos los pacientes, sin importar su ubicación geográfica o nivel socioeconómico. Esto implica alianzas entre el sector público y privado y políticas de salud que faciliten la disponibilidad de medicamentos.

5. Capacitación en salud y prevención. La ciencia médica avanza rápidamente y los sistemas de salud deben evolucionar al mismo ritmo. Para que los nuevos tratamientos sean eficaces, es crucial capacitar a los profesionales de la salud en su uso adecuado, promover la educación sobre enfermedades emergentes y fortalecer la cultura de la prevención.

El futuro de la medicina no depende solo de descubrir nuevas moléculas, sino de crear un entorno donde la innovación sea sostenible, accesible y efectiva. La colaboración entre industria, gobiernos, academia y profesionales de la salud será clave para que cada avance en los laboratorios se convierta en una solución tangible para los pacientes.

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