El arte ha sido un instrumento catalizador de la experiencia humana, pero más allá del sentido estético o expresivo, interviene en diversos procesos neuronales activando zonas que dominan la conciencia e identidad personal, control del ritmo cardiaco regulando el cortisol, y la comunicación entre ambos hemisferios por medio del cuerpo calloso; es así que el arte se vuelve indispensable en el sentido de transformación y mejora humana.
¿Por qué mi cerebro necesita el arte?
Algo a lo que la mayoría de los seres humanos aspiramos es a “Dejar huella”, pero ¿De qué manera? ¿Cómo se logra? Muchos lo encuentran a través de la procreación y con su descendencia aseguran ir dejando rastro de su existencia, otros impactan vidas creando A.C., Fundaciones o incluso negocios millonarios que venden en todo el mundo, en cambio desde la prehistoria los primeros homínidos ya nos daban una de una forma en la que se haría y, al parecer, rebasaría los límites de cualquier tiempo-espacio: el arte.
Desde los pigmentos naturales para crear pinturas rupestres, hasta la transformación de materiales como los colmillos de un mamut moldeados en formas de cuerpo; encontramos vestigios de modelos de arte primitivo; que, si bien, no tenían mucha conciencia del dejar huella, su necesidad de expresar lo que sucedía en la experiencia presente, enfrentar el ambiente hostil y la angustia constante de enfrentarse a lo desconocido, intangible, incomprensible que se advierte peligroso o que rebasa los límites de su cognición (algo no tan alejado de nuestra realidad actual a pesar de haber pasado eones de evolución), fueron los grandes motores para dejar evidencia de su paso por el mundo con la experimentación y creación artística, y si eso lograron en aquella época ¿qué no podrá hacer el arte por nosotros?
De ahí que sea natural e intrínsecamente humana esa repentina necesidad de transformar el entorno y llevar a cabo un proceso de creación a partir de lo ya existente, lo cual llamamos creatividad, concepto que no se desarrolla, se libera, pues todo ser humano es creativo por naturaleza; pero ¿qué pasa en el cerebro mientras se realiza esta práctica? ¿Cómo impacta el desarrollo de estas actividades en nuestro temperamento, en nuestra conducta o incluso decisiones? Diversas entidades han encontrado hallazgos importantes a través de prácticas experimentales, por poner algunos ejemplos;
* En 1993 se construyó el Chelsea and Westminster Hospital, en Londres; donde el equipo de arquitectos y médicos innovaron sus instalaciones en una disposición circular, a fin de permitir que desde cualquier punto fuese posible disfrutar de las actividades en el patio central; donde se instauró la escultura ”Acróbata” de Allen Jones, la cual se eleva desde el subsuelo hasta el tercer piso y la instalación móvil “Hojas que caen” de Sian Tucker, usando los colores del arcoiris y el movimiento de las hojas como su mayor atracción.
Aunado a ello, ofrecieron una serie de conciertos en la sala de espera (donde normalmente se eleva la presión arterial debido a la ansiedad ante la consulta) y en oncología, donde además se montaron obras de arte en los muros. Durante 3 años realizaron diversas mediciones para conocer el impacto de dichos esfuerzos artísticos, mostrando resultados sorprendentes:
- Las mujeres embarazadas disminuyeron el 3% su presión sistólica y diastólica en presencia de música, desde luego algo crucial para quienes además del embarazo padecen hipertensión.
- Los síntomas de depresión y ansiedad en personas con cáncer se redujeron el 32% cuando la quimioterapia se realizaba en habitaciones ambientadas con obras de arte.
- El tiempo de recuperación de los internos, disminuyó un 19% gracias a la influencia de las artes en sus múltiples espacios.
* En otro contexto, el Museo Mauritshuis realizó un experimento con un grupo de científicos utilizando la obra “La joven de la perla” realizada por Johannes Vermeer en los 60´s como conejillo de indias; misma que tiene 3 puntos focales: el ojo, la boca y la perla.
Los resultados obtenidos por la IRM neurológica y EEG, indicaron que el espectador entra en un bucle entre dichos puntos al observarla por más de 5 minutos; como consecuencia se observó una sobre estimulación en el precúneo, parte del cerebro que gobierna la conciencia e identidad personal. Añadiendo que cuando se observa una reproducción la emoción experimentada por el espectador es 10 veces menor.
La neurociencia abre el entendimiento desde la neuroimagen funcional, definida como el estudio de los cambios físicos que ocurren en el cerebro al realizar una tarea, como la ya conocida sinapsis neuronal que no es más que el proceso en el que una neurona genera neurotransmisores y otra célula los recibe. Al enfrentarnos a procesos mentales estructurados (problemas complejos) o tareas rutinarias, disminuye la actividad del hemisferio derecho y la del izquierdo permanece activa.
No obstante, los hemisferios están conectados por el cuerpo calloso y en condiciones normales el hemisferio izquierdo inhibe al derecho; sin embargo en casos donde el hemisferio izquierdo se ve afectado, el hemisferio derecho se beneficia, de modo que los arranques de creatividad o instantes de revelación se potencializan, esa famosa “Eureka” cuando logramos resolver algo que traíamos pensando varios días o tener una perspectiva distinta o más completa e integrada de una situación que causaba angustia y desesperación, que es resuelta en un momento de despeje y dejamos de poner el enfoque en el problema, caminando por el bosque, en alguna práctica contemplativa o meditativa, incluso en los sueños.
Ahora bien, la creatividad no sólo corresponde al hemisferio derecho, pues existen circuitos y redes de gran escala y más complejas como la Red central ejecutiva que nos hace centrar la atención por un periodo de tiempo determinado, la Red neuronal por defecto, que se activa cuando soñamos despiertos y asocia las ideas e interpretaciones mentales que hemos tenido durante el día o incluso tiempo atrás y la Red de prominencia, que realiza la función de conectar ambas redes; ahí es donde vemos modelos más robustos que ocurren al experimentar una nueva actividad o hacer una nueva creación, como redactar el presente artículo, que dicho sea de paso espero esté siendo de su agrado y provechoso.

Al exponernos a la majestuosidad de actividades artísticas ya sea como practicante o mero espectador, estimula la función de la corteza posterior parietal, encargada del entendimiento de los conceptos distantes, organizando de manera creativa el nuevo conocimiento adquirido, a continuación la corteza prefrontal evoca una nueva información con las ideas previamente formadas y posterior a ello, el lóbulo temporal asocia los nuevos conocimientos e ideas creadas, con la memoria a largo plazo.
Es así que mediante la exposición y práctica constante de procesos artísticos y creativos, podemos experimentar en primera persona los efectos del arte en nuestra vida. En conclusión ¡veamos más arte, hagamos arte! Vayamos a museos, visitemos galerías, compremos una obra auténtica que podamos observar todos los días en nuestro laboratorio de investigación, hogar u oficina; experimentemos nuevas actividades como clases de canto, teatro o danza; procuremos espacios para el arte, como la sala de juntas, el showroom o la recepción de un edificio corporativo. Si todos comprendemos el valor que aporta el arte a nuestra vida y en consecuencia a la humanidad, y hacemos de ello una experiencia colectiva e integrativa, muchas cosas podrán mejorar en nuestro mundo, entre ellas la empatía y la autoconsciencia.
Referencias