El avance de la investigación clínica y sus cuellos de botella

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Cecilia Ossorio. Directora del área de comunicación en salud. Apple Tree.

El avance de la investigación clínica y sus cuellos de botella

19/12/2022
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Que la investigación científica evoluciona a buen ritmo es una realidad difícil de negar. El problema acuciante que envuelve a todas las especialidades médicas no es tanto un tema de ‘producción’ de innovación, sino de canalización de la misma, y de descentralización y diversificación de las competencias.

En la actualidad, las soluciones terapéuticas innovadoras se amontonan ante un complejo proceso burocrático formado por el Ministerio de Sanidad, la AEMPS, la Comisión Interministerial de Precios de Medicamentos, las Consejerías de Sanidad de cada una de las 17 Comunidades Autónomas, las comisiones de Farmacia Hospitalaria…

Y, alrededor de este procedimiento, los laboratorios farmacéuticos, las asociaciones de pacientes (que, afortunadamente, cada vez tienen más presencia e influencia), las sociedades científicas… y todos los representantes de Market Access y Regulatory Affairs.

Para los que trabajamos en comunicación sanitaria, la sensación es que la investigación científica es rápida, exquisita, precisa y eficaz, está siendo capaz de cambiar la historia de muchas enfermedades. Pero el acceso a la innovación está estancado, no termina de evolucionar ni de adaptarse a los nuevos tiempos, a pesar de que en los últimos años han surgido comités de expertos multidisciplinares de alto nivel dispuestos a agilizar y optimizar las vías para que la innovación pueda traducirse en un beneficio para el paciente de forma más rápida (y, además, equitativa en todo el territorio nacional).

Los pacientes piden más transparencia en el proceso y que se les involucre, que se les escuche de veras. Las sociedades científicas lamentan que sus recomendaciones no sean tenidas en cuenta a la hora de la verdad. Los médicos, especialistas de diferentes disciplinas, de forma independiente, sienten que las comisiones de farmacia de los hospitales deciden por encima de ellos. Los laboratorios farmacéuticos oscilan entre la tensión de negociaciones de precio muy delicadas, la prudencia de no poder comunicar nada en todo ese camino, y el peso en la mochila de ser ‘los malos de la película’. Lo que la sociedad no suele tener en cuenta es que no son las farmacéuticas las que deciden el precio final de la innovación, sino el Estado.

Cuando se anuncia el lanzamiento de un fármaco ante los medios de comunicación, el gran tabú, la pregunta más temida, es el precio. Hay periodistas de carácter ‘afilado’ que siguen preguntándolo, y otros que ya renuncian a esa pregunta que casi nunca recibe respuesta. ¿Sería tan problemático dar esa información? Que se pueda saber, de forma transparente y fácilmente accesible, cuestiones importantes como: cuánto ha costado desarrollar el fármaco, cuánto valdrá el tratamiento anual de un paciente, qué coste-eficacia se le ha calculado. También es controvertido el tema de los informes de posicionamiento terapéutico (IPT), diseñados para mejorar la eficiencia del proceso de evaluación de medicamentos y que parecen buscar la optimización de su uso de forma sostenible. Sin embargo, los representantes de las sociedades científicas han manifestado en más de una ocasión su frustración frente a IPTs en los que no ven reflejadas sus consideraciones, o su desacuerdo por considerarlos insuficientes.

Repensar los esquemas asistenciales
La sostenibilidad del sistema sanitario, cuyos recursos son finitos y eso es algo que cualquiera puede entender, parece sin embargo estar más instalada en la política de la restricción y el recorte, y en el mantenimiento del paciente crónico dentro de la práctica convencional, que en transformar esquemas asistenciales abrazando una innovación que puede cambiar -a veces, mucho- las reglas del juego. ¿Cuánto cuesta la peregrinación durante años de un paciente que va de consulta en consulta sin ser bien diagnosticado? ¿Y los ingresos hospitalarios regulares de una persona en permanente riesgo cardiovascular que no está bien tratada por no haber tenido acceso a un fármaco innovador? Estas son preguntas que salen en todos los foros sanitarios todas las semanas.

Por abordar solo algunos ejemplos… en oncología, los expertos hablan de un cambio de paradigma en la supervivencia de los pacientes. En cáncer de pulmón, con enfermedad metastásica, se ha pasado de supervivencias de meses a pacientes que llevan años viviendo gracias a las terapias dirigidas. Se ha logrado casi doblar el número de pacientes con cáncer de mama metastásico que sobreviven a los 5 años del diagnóstico de la metástasis. En cardiología, sigue habiendo pacientes con fibrilación auricular viviendo con alto riesgo de ictus, por no estar bien anticoagulados. En el terreno de las enfermedades infecciosas, prácticamente se ha curado la hepatitis C. Todos recordamos la marea blanca que dominó las calles en el año 2015, con el reclamo de los nuevos tratamientos para la hepatitis C, entre otras peticiones. Aquello funcionó, pero quizá deberían ser demasiadas mareas las que llenasen cada día las calles, algo que tampoco nos parece del todo operativo.

Las técnicas de diagnóstico molecular, la determinación de biomarcadores predictivos, la medicina de precisión (terapias dirigidas, inmunoterapia, terapia celular y génica…) plantean un mundo nuevo, que ya está aquí, pero que no se está logrando canalizar con la fluidez que todos desearíamos. ¿Podemos seguir esperando una década más, a ver si el sistema, en general, es capaz de encontrar vías útiles para asumir la innovación? ¿Pero lo complicado no era la parte científica? Todo apunta a que no es así.

Los problemas económicos, las necesidades políticas y los planes cortoplacistas, que una farmacéutica es una empresa y no una ONG, eso es algo que comprendemos todos. Pero estamos hablando de salud, de lo que determina, a grandes rasgos, que la vida te vaya bien o te vaya mal (todo lo demás, es manejable). Quizá un intento de transparentar un poco más todo este mundo oculto y complicado de los regulatory affairs, de hablar más claro, de no jugar a buenos y malos, de señalar con el dedo a quien esté actuando mal pero también destacar los méritos de una buena actuación, sería bueno para seguir avanzando sin lamentarse de lo mismo en cada foro de discusión.

Europa pierde puestos en I+D
Y mientras la ciencia avanza a un ritmo que no somos capaces de asumir en la práctica clínica, preocupa a su vez que Europa esté perdiendo músculo en I+D. La EFPIA (European Federation of Pharmaceutical Industries and Associations) acaba de plasmar en su informe Pipeline Innovation Review, según publicaba recientemente DiarioFarma, que Europa ha retrocedido a la tercera posición de la I+D biomédica, por detrás de países de Asia como China y Corea, y de Estados Unidos. En este contexto, la Estrategia Farmacéutica Europea, que será una prioridad en la presidencia española de la Unión Europea en 2023, tiene como objetivo superar barreras y recuperar el liderazgo de Europa a nivel de I+D farmacéutica. También será un reto comunicar sobre ello.

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