Hacia la aportación de valor global desde el área de Market Access y Relaciones Institucionales de la industria farmacéutica en relación con el trabajo conjunto con la Administración Sanitaria, en pos de la búsqueda de la mejor atención sanitaria y de los mejores tratamientos para los pacientes en España.
Durante los días de reflexión del primer congreso de Relaciones Institucionales de la industria farmacéutica (CNRI) se constató la alta cualificación de los profesionales de las relaciones institucionales y su contribución a la fluidez en el diálogo entre los componentes del Sistema Nacional de Salud, así como su crecimiento en número y profesionalización. Todo ello corroborando el lema de dicho congreso: “Creación, crecimiento, consolidación y, a partir de ahora, innovación”. Y es en este punto donde creemos que es necesario dar el siguiente salto, el de innovar, el de aportar valor a todos esos actores de nuestro sistema sanitario.
En la apertura del I CNRI, el viceconsejero de sanidad de la Comunidad de Madrid, D. Manuel Molina, comentaba el “papel primordial” que ejercían los responsables de relaciones institucionales de los diferentes laboratorios a la hora de “construir puentes con los pacientes, con las Administraciones, con los profesionales sanitarios y con los ciudadanos, en general”. Pues bien, desde ya, los relaciones institucionales tienen que trabajar en que por esos puentes (ordenados, de calidad, honestos, transparentes, y con excelentes cimientos) fluyan las ideas, propuestas, colaboraciones, soluciones y retos, que ayuden a asegurar una mejora continua del sistema sanitario. Solo así se conseguirá que la totalidad del sistema sanitario funcione como una maquinaria bien engrasada, donde cada eslabón busque la excelencia en la asistencia (profesionales sanitarios), en la gestión (gestores a todos los niveles: nacional, autonómico y local), en la responsabilidad de cuidarse (ciudadanos y pacientes) y en la prioridad de seguir investigando y aportando soluciones terapéuticas (industria farmacéutica). Con esta filosofía se favorecerán entornos de trabajo coordinado y acciones conjuntas con el objetivo único, irrenunciable y prioritario de buscar siempre la mejor sanidad posible.
Importante es la colaboración activa dentro de un marco político proactivo y estable, donde la contribución en la evidencia para la toma de decisiones también será una parte imprescindible. Y todos con el punto de mira puesto en velar por los intereses de los pacientes y, lícitamente como consecuencia de ello, en el reconocimiento social de la aportación de la industria y de la administración en ese objetivo, al que contribuyen también profesionales sanitarios y otros actores del sistema de salud.
Los responsables de relaciones institucionales tienen que ser capaces de explicar que la industria farmacéutica es un valor estratégico para cualquier país porque va ligada a la innovación. Valor e innovación que se traslada a la economía, a la generación de conocimiento, al sector industrial, a la investigación, a la eficiencia de los procesos, a la gestión profesionalizada y tendente a la excelencia, al desarrollo de la alta cualificación de las personas.
La administración sanitaria es la encargada de velar por la óptima atención a los ciudadanos (sanos pero potencialmente enfermos algún día) y a los pacientes. En esa tarea es donde se pueden aportar soluciones desde la industria farmacéutica, cuya labor institucional comienza por escuchar sus necesidades, analizarlas, buscar internamente soluciones y, por último, ofrecérselas y demostrarles que se puede trabajar juntos en pos de ese objetivo común de atención sanitaria de calidad. Dentro de esas soluciones, las de medición de resultados en salud que justifiquen las inversiones en tratamientos y en pruebas diagnósticas o en actuaciones de prevención, las de aportar medicamentos cada vez más seguros y eficaces, las financieras, las de mejora de la eficiencia en procesos asistenciales, etc., son solo algunas en las que pueden ser colaboradores. Y siempre pensando en relaciones “societarias” a largo plazo, estables, aunque siempre también con evaluaciones y modificaciones que las hagan más eficientes.
Una parte fundamental del trabajo de relaciones institucionales será, por tanto, el trasladar una imagen global de aportación de valor de las compañías y del sector, evitando el centrarse en “detalles” o en “partes” sin tener en cuenta la totalidad. Para ello, como comentábamos, plantear los objetivos y las estrategias a medio y largo plazo será fundamental. Creemos que, a diferencia de lo que muchas veces se ha comentado, la estabilidad en la relación sector farmacéutico y administración sanitaria es necesaria para ambas partes y no solo para la industria. Para la administración, conocer los objetivos de las compañías y planes a medio y largo plazo le da seguridad y poder de planificación. Trasparencia a la hora de compartir datos epidemiológicos, datos de investigación básica y pre-clínica, datos de ensayos clínicos, de comercialización futura, facilitarían esa planificación. Y, en ese sentido, desde relaciones institucionales es posible aportar seguridad. Para ello, será fundamental la involucración y apoyo de los máximos responsables de los laboratorios, delegación en los responsables de relaciones institucionales a la hora de disponer de capacidad de negociar, de desarrollar estrategias conjuntas y de ser interlocutores creíbles y válidos para la administración. Es imprescindible apostar por “legitimar las compañías” a través de políticas y acciones que garanticen esa transferencia de conocimiento.
A nivel interno, el liderazgo de las áreas de acceso e institucional debe materializarse y ser más valientes a la hora de defender el cambio de modelo que se está produciendo y de proponer nuevas medidas de corresponsabilización con la administración sanitaria. No se pueden seguir ofreciendo viejas soluciones a nuevos problemas. Es el momento de ser proactivo, innovadores, de adelantarse y de ir de la mano de la administración sanitaria. No hacerlo ahora, será perder parte del futuro, futuro que seguirá pasando por que el paciente necesita, quiere y demanda la mejor asistencia y los mejores tratamientos pero que, antes, debe autorizar y darle valor la administración sanitaria.
Por otro lado, la optimización de presupuestos es una realidad. La infrafinanciación sanitaria es un hecho en nuestro país y, hasta que lleguen soluciones (si es que llegan), dicho déficit presupuestario provoca tensión en un sistema sanitario ya tensionado de por sí por los pacientes, cada vez más demandantes y más informados. De ahí surgen medidas cortoplacistas que dificultan otro tipo de estrategias, más eficientes quizás, a largo plazo. Conceptos como prevención, educación en salud, políticas de salud en otras áreas más allá de la sanidad (tráfico, contaminación, hábitos de vida, etc.) necesitan del largo plazo y de ahí el fracaso hasta la fecha. Todos tenemos que trabajar conjuntamente en esa importante labor de concienciación y de demostración vía evidencia de que esas otras políticas son posibles.
Para ello, debemos favorecer espacios de reflexión donde se puedan compartir “buenas prácticas” para avanzar en la mejora y aseguramiento de la cohesión territorial. Tanto a nivel de industria farmacéutica, como a nivel de administración nacional o regional, se están desarrollando, implementando y evaluando iniciativas tendentes a ser más eficientes en la atención a los pacientes. Pero, después, cuesta mucho compartir e informar sobre dichas iniciativas. Responsables autonómicos sanitarios preguntando a otros actores del sistema (de diferentes ámbitos de responsabilidad) sobre qué está haciendo o en qué está trabajando tal o cual autonomía es, como mínimo, triste. E igualmente, dentro de los laboratorios y debido a la regionalización de las estrategias, se generan diferentes iniciativas que también cuesta difundir. Incentivar y promover cambios en este sentido desde el área institucional aportará valor a la cohesión y a la equidad entre los diferentes servicios autonómicos de salud, con independencia del papel que el propio Consejo Interterritorial y la Dirección General de Calidad y Cohesión del Ministerio de Sanidad deban ejercer.
El Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya, Boi Ruiz, incidía durante el I CNRI en la búsqueda de esas sinergias entre la administración sanitaria y la industria, “que sirvan para ganar más años de vida y años de vida saludables”.
El problema es donde acudimos a mostrar esas soluciones que van mas allá del fármaco puesto que la compartimentación de los departamentos en las consejerías de sanidad (farmacia, asistencial, salud pública) hacen que no se valoren en su justa medida dichas propuestas, que podrían aportar eficiencia al sistema. Por ejemplo, un programa que mejora un proceso asistencial pero que va de la mano de la introducción de un fármaco que, aunque muy eficaz y muy seguro y que tiene evidencia de aportar mejoras en resultados en salud a lo que ya existe, tiene un impacto presupuestario determinado y, por ello, se limita muchísimo su utilización e impide la implementación de dicho programa asistencial, que supone eficiencias en el sistema y mejoras en la atención de los pacientes. Y eso, que es una demanda explicitada, por ejemplo, por César Pascual (Director General de Coordinación de la Asistencia Sanitaria en la Consejería de Sanidad de Madrid) en una jornada celebrada recientemente, no encuentra la puerta de entrada en los organigramas actuales de las consejerías y nos encontramos con “esto no nos interesa” o “ahora no, más adelante”.
Desde relaciones institucionales es factible contribuir también al dialogo con y/o entre los diferentes políticos del área de salud. Reflexionar conjuntamente sobre una despolitización de la sanidad que lleve a cumplir más rápidamente el objetivo que compartimos de dar la mejor atención sanitaria y los mejores tratamientos a los pacientes debe ser otra prioridad. No podemos quedarnos de brazos cruzados sin promover, de una vez por todas, un urgente y necesario pacto de estado por la sanidad. El sistema sanitario lo necesita si no queremos que se vaya deteriorando y perdiendo calidad. El paciente está grave pero es recuperable si nos ponemos ya con él.
En el segundo congreso nacional de Relaciones Institucionales del sector farmacéutico que celebraremos en un par de meses, profundizaremos precisamente en todos estos aspectos que tienen que ayudar al área de relaciones institucionales a convertirse, con mayor implicación y complicidad, en colaboradores necesarios y útiles de su principal interlocutor, la Administración Sanitaria, con el que comparten objetivos comunes. Esa relación de corresponsabilidad con los decisores sanitarios principalmente, aunque también teniendo en cuenta al resto de actores de nuestro sistema sanitario, se materializará en un avance de dicho sistema que garantice y consolide la protección de la salud de los ciudadanos, la equidad en el acceso a los mejores tratamientos y pruebas diagnósticas, el avance en el desarrollo e implementación de programas preventivos, la optimización de la gestión del paciente crónico, la búsqueda y resolución de bolsas de ineficiencia (si las hubiere), la calidad de la asistencia primaria y hospitalaria, la incorporación de la innovación (y del conocimiento por ella generado), y más y mejores herramientas en la toma de decisión.
Hoy ya no se puede trabajar en solitario. Solo del trabajo conjunto, compartido y aceptado, con objetivos comunes, saldrá el éxito. Éxito cuyas beneficiarias deben ser, sin dudarlo, las personas (sanas o enfermas). Tienen que ser, los Relaciones Institucionales, una palanca de cambio que movilice, humildemente y aunque sea mínimamente, esta maquinaria que es nuestro Sistema Nacional de Salud.