Por Pablo Martín Sánchez. Clinical Trials Management Trainee.
Introducción
Estas dolorosas muertes que destrozan a cientos de familias y amigos de los fallecidos merecen ser contadas y explicadas. Cada vez que conocemos un caso, se nos hiela el corazón pensando en si podríamos haber sido nosotros o cualquier familiar o amigo cercano.
El mayor problema está en qué las causa. Prácticamente todas se originan por una arritmia cardiaca que detiene el corazón, pero los posibles orígenes son múltiples y difíciles de prever. Los más habituales en deportistas jóvenes son las enfermedades hereditarias cardíacas, normalmente silentes, o cardiomiopatías. Sin embargo, en los deportistas veteranos el origen más común suele ser la alta presión sanguínea.
Además, todas comparten el hecho de que se producen durante la actividad física intensa, o tras 1 hora de haberla finalizado. La gran producción de adrenalina durante estas actividades provoca un aumento de la actividad y rendimiento cardíacos. Estos cambios fisiológicos llevan al corazón a un límite de esfuerzo que puede destapar los problemas subyacentes que provocan la arritmia.
La detección de casos previa al acontecimiento fatal también es complicada. Cualquier prueba diagnóstica aplicada puede descartar uno o múltiples orígenes, pero no todos. Por eso, aunque se apliquen medidas preventivas en muchos eventos deportivos, estos casos siguen ocurriendo.
¿Por qué es importante hablar de ello?
La mayoría de los seres humanos tratamos de evitar el dolor o sufrimiento tanto emocional como físico, y no cabe duda de que este tipo de muertes despiertan en nosotros este tipo de sentimientos. También despiertan una curiosidad morbosa que mal enfocada y gestionada puede dañar a los seres queridos de los implicados.
Podría hablar sobre los casos más conocidos por todos, como los de los futbolistas Dani Jarque o Antonio Puerta, que cualquier futbolero en España recuerda con tristeza y pesar, y más si, como yo, creció viéndolos jugar.
Sin embargo, voy a contar una historia diferente, una historia anónima que describe muy bien cómo es el proceso de estas patologías y el daño que puede generar.
Nuestra historia comienza con un adolescente de 17 años, que cae enfermo por neumonía durante la época de exámenes de 2º de Bachillerato. En las pruebas médicas de rutina le hacen un Electrocardiograma que muestra anomalías en el intervalo QT-QC, que despierta sospechas sobre una posible Cardiomiopatía Hipertrófica.
Tras recuperarse de la neumonía y concluir con éxito sus exámenes, incluida la Selectividad, acude a un cardiólogo que tras someterlo a varias pruebas diagnósticas descarta la presencia de una Cardiomiopatía Hipertrófica. Sin embargo, le confirma que tiene un corazón grande, fuerte y con cierta tendencia a la hipertrofia, lo que popularmente se conoce como el Corazón de Atleta.
Ambos mantienen una conversación sobre el tema y el médico llega a la conclusión de que nuestro joven no está en un riesgo particularmente elevado, ya que practica deporte de alta intensidad de manera habitual, participando de un equipo de Baloncesto amateur.
El especialista le autoriza a participar en cualquier competición o evento deportivo, aunque le avisa de que el riesgo cero no existe.
Una vez superado el miedo de padecer una enfermedad que podría impedir el desarrollo de su vida normal, nuestro protagonista retoma su actividad deportiva con normalidad.
Meses después durante la disputa de un partido de Baloncesto, colapsa en la pista. Aunque compañeros, rivales y entrenadores tratan de reanimarlo, las maniobras no funcionan y termina falleciendo. La autopsia determina que murió de un fallo cardíaco fulminante, probablemente relacionado con un problema en la repolarización del corazón.
Compañeros, amigos y familiares están destrozados por la muerte del joven. Su vida ha quedado impactada y ya nunca más volverá a ser igual. Todos tendrán que aprender a lidiar con la tragedia de la pérdida de un ser querido en esas circunstancias.
Conclusión
Esta historia, como muchas otras, encapsula a la perfección que el hecho de que se sigan todos los protocolos de evaluación y prevención de posibles enfermedades cardíacas durante cualquier actividad deportiva no elimina completamente el riesgo de que estos casos ocurran. Tampoco lo hace que se mejoren los protocolos de intervención en caso de que suceda, incluyendo la presencia de desfibriladores en la mayoría de espacios deportivos, o la extensión del conocimiento sobre las técnicas de primeros auxilios en estos casos a un mayor número de individuos.
Desde luego, mejorar en estos ámbitos reducirá el número de casos y de muertes, pero siempre existirá la posibilidad de que sucedan casos que pasen por debajo de cualquier protocolo o guía.
PD: En caso de que se estén preguntando si la historia es verídica, confirmaré que lo es, en parte. Es mi propia historia personal, y aunque nunca colapsé y morí jugando al Baloncesto, siempre tengo presente aquella experiencia cuando practico deporte de alta intensidad. Saber aceptar y convivir con ese miedo forman parte indisoluble de quién soy.
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